El vino acompaña al ser humano desde hace varios milenios. Aunque el
origen exacto se discute aún, nadie duda que debe estar en algún lugar
alrededor del Mediterráneo (Persia, Egipto, Grecia, Chipre). Más
conocido es que fueron los romanos quienes extendieron el cultivo de la
vid y la elaboración de vino más allá del mare nostrum, incluyendo por
supuesto las provincias romanas de la Península Ibérica, de cuyos
puertos zarpaban los barcos cargados con ánforas llenas de vino en
dirección a la metrópoli.
Los griegos situaban el origen del vino en algún lugar del
Mediterráneo y otorgaban el mérito de la invención a Dionisos, adoptado
como Baco por la mitología romana. Según la arqueóloga italiana Maria
Rosaria Belgiorno ese lugar podría estar en Chipre. El hallazgo de
ánforas, pepitas de uva y restos de ácido tartárico con más de 5000 años
de antigüedad le han llevado a afirmar que Chipre fue el primer país
mediterráneo donde se hizo vino.
La referencia más antigua sobre el vino parece pertenecer al Antiguo Testamento, cuando "Noé comenzó a labrar la tierra, y plantó una viña; bebió el vino y se embriagó" (Génesis 9-21).
Esta referencia marca la presencia del vino en la tradición
judeo-cristiana desde los primeros tiempos. En la Biblia aparece citado
más de 200 veces (en algunos de las citas, se llama también a la
moderación en el consumo...), lo que es una muestra de su gran
importancia en todas las culturas de la zona: Babilonia, Egipto, Sumer,
etc. Más tarde, adopta un papel clave en el ritual cristiano.
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